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Educación Emocional

La educación emocional tiene como objetivo el desarrollo de las competencias emocionales y el bienestar. Eric R. Kandel señala que «las emociones influyen poderosamente en cualquier decisión que adoptemos, desde la más sencilla hasta la más compleja». Por consiguiente, el desarrollo de unas buenas competencias emocionales nos ayudará a gestionar de manera adecuada nuestras emociones, a tomar decisiones más acertadas y a disminuir las situaciones de conflicto.
Todo esto contribuirá a nuestro bienestar emocional, y por tanto al bienestar personal y social, objetivo básico de la educación emocional y de la vida personal y social de cualquier ser humano.
Rafael Bisquerra expone que el bienestar emocional «consiste en experimentar emociones positivas, lo cual es lo más próximo a la felicidad» y para que esto sea posible añade que «es necesario aprender a regular de forma apropiada las emociones negativas.»
Así pues, la educación emocional se basa en aprender a gestionar de manera adecuada las emociones negativas y a disfrutar de las positivas, para así poder alcanzar el bienestar personal y social tan buscado por todos nosotros.
En consecuencia, incluir la educación emocional en las escuelas abre la puerta a que el desarrollo de las competencias emocionales tenga un alcance mucho mayor, llegando a repercutir a nivel de toda la sociedad. La Dra. Rosa Casafont apunta que educar emocionalmente a la población «hace de nuestra sociedad un entorno más saludable, con menos conflictos interpersonales, menos alteraciones de conducta y problemática social posterior, y consigue además una prevención de riesgo a todos los niveles, al favorecer la salud física y mental de la sociedad.»
Frente amapola
En definitiva, es importante tener presente que un buen desarrollo de las competencias emocionales implica
  1. identificar de forma adecuada las emociones que sentimos
  2. saber darles nombre
  3. elegir de manera acertada la respuesta que damos según la situación en que nos encontremos
  4. ser capaces de tolerar la frustración
  5. desarrollar la habilidad de automotivación
  6. tener una actitud positiva
Para poder identificar las emociones y elegir cómo respondemos a ellas de manera acertada, puede resultar una herramienta sorprendentemente eficaz saber cómo funciona el cerebro cuando se genera una emoción. Es por esto que el acceso de los alumnos y alumnas a estos conocimientos les dotará de más recursos que redundarán en beneficio personal y social.
Asimismo, la capacidad de tolerar la frustración y mantener una actitud positiva va estrechamente entrelazada con la mentalidad de crecimiento. Esta actitud es el convencimiento de que -a pesar de tener condicionamientos genéticos- las capacidades personales se pueden desarrollar y mejorar a través del esfuerzo o de buenas estrategias y consejos, lo cual hace poner la atención en el proceso de aprendizaje y no en el mero resultado, y empuja a ser más perseverante ante tareas y dificultades que puedan surgir.  El convencimiento de la importancia de la práctica y el esfuerzo, -así como la apertura de mente para valorar diferentes puntos de vista- hace que afrontar los retos que la vida trae sea más sencillo. Tolerar que algo no salga como querías y mantener el optimismo se hace más fácil.
Por último, no podemos dejar de apuntar que nuestro cerebro genera dopamina en situaciones novedosas, donde la curiosidad aparece, y diferentes estudios han comprobado que la liberación de este neurotransmisor ayuda a la automotivación. Así pues, para poder desarrollar la habilidad de automotivarnos deberemos buscar lo que nos despierte la curiosidad.
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Hojas de rosa
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